QUE NUESTRO PAÍS es un destacado miembro del “club europeo de los 27” es algo que a estas alturas de la historia no creo yo que nadie pueda poner en duda. La contribución española al VAB (Valor Añadido Bruto) de la Alianza refrenda el prestigio conquistado desde que en junio de 1985 se firmara en Madrid el acuerdo de adhesión de nuestro País a la entonces Comunidad Económica Europea –precursora de lo que años más tarde se convertiría en la mayor alianza geopolítica del mundo, la actual Unión Europea–. Aquella firma que fue un mero acto protocolario que ponía fin a siete largos años de negociaciones cobró efectividad el 1 de enero de 1986, ingresando España como miembro de pleno derecho junto a nuestra vecina Portugal en este selecto grupo de naciones europeas, que por aquellos tiempos solo contaba con una docena de países.
Hoy el nuestro se configura como el cuarto miembro de la Unión por méritos propios en los que, sin duda, ha colaborado de manera decisiva la importancia de nuestro sector agroalimentario, como bien queda reflejado en la reciente publicación de la VI edición del “Observatorio sobre el sector agroalimentario español en el contexto europeo”. Se trata de un interesante trabajo del ilustre catedrático de Economía de la Universidad de Valencia y al propio tiempo, director adjunto también del IVIE (Instituto Valenciano de Investigación Económica), Joaquín Maudos, que ofrece una visión conjunta de la aportación de la totalidad de la cadena de valor generada por este sector, incluyendo también la del primario, y la de los capítulos de la industria de transformación y de comercialización. Un estudio que ahora aporta una nueva sección sobre las estructuras agrarias basada en el Censo Agrario 2020 que examina el ámbito comunitario, destacando el apartado sobre la productividad del sector agrario español. También pone el foco en la comparativa europea para visualizar mejor la importancia de la contribución de nuestro sector agroalimentario a la socioeconomía de la Europa de los 27 ofreciendo al propio tiempo una detallada información cargada de indicadores que facilitan la comparativa entre los países miembros. Y, por último, este trabajo facilita una detallada profusión de datos que permiten valorar aquellos nuevos indicadores de innovación y sostenibilidad medioambiental que sin duda repercuten sobre la evolución de los precios como una de las causas que han motivado la escalada inflacionista que sufrimos en toda la Unión.
En cuanto al esquema de estructuras que influyen en el sector primario comunitario se destaca el hecho de que España ha ido reduciendo durante los tres últimos lustros la brecha desfavorable existente con los valores de la UE, aumentando progresivamente el porcentaje de superficie agrícola utilizada (SAU) respecto al total de su área cultivada, hasta alcanzar la cota de la media comunitaria que se sitúa en el 82,7 por ciento de superficie agrícola utilizada respecto al área total cultivable.
Por otra parte, en lo concerniente al potencial humano del sector primario, tanto España como el resto de países comunitarios vienen experimentando un acusado proceso de paulatino envejecimiento de su población rural que ya origina dificultades al relevo generacional –más evidentes en algunos países entre los que se halla el nuestro–. Y podemos comprobar que, mientras que la media de la UE parece mantenerse estabilizado en el 80 por ciento el nivel de mayores de 45 años en su sector rural, nuestro país dispara ese indicativo hasta el 86,1 por ciento y con clara tendencia a seguir.... ¡subiendo! Por si esto no fuera suficiente para la alarma, ahí va otro dato que demuestra la ausencia actual de relevo en el sector: los mayores de 65 años que aún permanecen en activo ya alcanzan el 41 por ciento de personal agrario de nuestro país y a fecha de hoy todo indica que es un indicativo que seguirá creciendo.
En el caso contrario, el de la participación de los jóvenes menores de 35 años que deciden formar parte del sector rural, vemos que mientras en Europa (UE) se aprecia durante los últimos años un paulatino movimiento ascendente en la incorporación de jóvenes a este sector, –ahora se acerca al 12 por ciento–, en España la tendencia es justo la contraria y el progresivo descenso en la incorporación de nuestros jóvenes al campo va en caída libre. A fecha de hoy se sitúa en cinco puntos por debajo de la media europea y lo peor es que la tendencia es... ¡a la baja!
Pero dejemos ya las sombras; las hay y muchas; aquí he expuesto algunas de las más alarmantes que pueden poner en jaque el privilegiado futuro de nuestro sector primario en la UE. También hay luces, igualmente muchas, ¡claro que las hay! y destacan el valor de este nuestro sector y, sobre todo, el peso de nuestra industria agroalimentaria, (cerca de 29.500 empresas), la reconocida calidad de nuestros productos y de la nutrida red comercial que contribuye a su divulgación, potenciando la participación de la totalidad de nuestro sector agroalimentario nacional en el total de la economía. De tal forma que hoy la hegemonía socioeconómica de todo este tejido agroalimentario es considerablemente mayor en España que en la UE-27, (9,2 por ciento frente a solo el 2,6 por ciento comunitario), y en cuanto a su productividad, ¿qué opinarían si les confirmo que supera con creces a la media europea?: un 32 por ciento más, nada menos. Interesante dato, ¿eh? Eso explica que el ejercicio 2022 se cerrara con una aportación total de este capítulo a las arcas del país de 111.100 millones de euros y además siguió creciendo a un ritmo superior al 3 por ciento anual y registró otro dato no menos interesante: totalizó el 11,4 por ciento de empleo, así que viendo estos datos, ¿no sería interesante valorar el aumento de nuestra superficie de regadío?
Todo ello justifica que España se mantenga como la cuarta economía agroalimentaria de la UE aportando el 9,2 por ciento del PIB nacional, (Producto Interior Bruto), el 17,5 por ciento de nuestras exportaciones (casi 70.000 millones de euros), y como ya he indicado antes, es generador de empleo, y en los tiempos que corren, es un importante plus a tener en cuenta, máxime en una época de fuertes tensiones inflacionistas y de grave encarecimiento generalizado de los alimentos, la energía y los suministros.
¿No creen que ya es hora de ponernos todos las pilas para defender y valorizar a nuestro sector primario?
¡Saben, y les gusta hacerlo!.