“Abnegados campesinos , aceituneros altivos,
decidme en el alma: ¿Quién, quién levantó los olivos?
No los levantó la nada, ni el dinero, ni el señor,
sino la tierra callada, el trabajo y el sudor.”
Qué mejor forma de comenzar unas reflexiones sobre la trascendencia del olivar en la agricultura mediterránea que traer a esta página un fragmento del poema de nuestro irrepetible Miguel Hernández. Aquel dedicado a los aceituneros de Jaén, aunque me he tomado la libertad de adecuar su inicio para hacerlo extensivo a todos los agricultores dedicados a un cultivo milenario que produce ese “oro líquido”, nuestro aceite de oliva cuyas indudables virtudes últimamente, algunos insensatos, se afanan por denostar.
El aceite de oliva constituye la esencia de la dieta mediterránea y nuestra mejor seña de identidad: hoy es sin duda el adalid de nuestra marca España en todo el mundo.
Y es que el olivar, en sí mismo, constituye todo un ecosistema al que se debe proteger. Es uno de los paisajes más genuinos de los países que compartimos el área mediterránea. Y muy en especial en el nuestro, donde generaciones y generaciones de agricultores han dedicado todo su esfuerzo y talento durante más de treinta siglos en el proceso de domesticación de aquel ya legendario acebuche silvestre que trajeron los fenicios a nuestra península para ir transformando su exigua capacidad productiva a base de crear nuevas variedades de olivo de mayor potencial de su fruto, la aceituna, en cantidad y lo que es mejor aún, en calidad. Esto ha hecho posible obtener ese “oro líquido” que es nuestro aceite de oliva, sin ninguna duda, el mejor del mundo.
Hay que tener en cuenta que en todo el mundo se estima que hay diez millones de hectáreas dedicadas al olivar, con unos 1.500 millones de árboles y de ellas, la cuarta parte, 2,5 millones de hectáreas y más de 340 millones de olivos, se concentran en España. Por eso, además de producir un aceite de inigualable calidad, podemos presumir de otro hito incuestionable: España tiene el olivar más grande del mundo, el mayor bosque humanizado del planeta, todo un ecosistema rico en biodiversidad y capacidad para combatir el tan traído y llevado cambio climático, el término con el que hoy nos bombardean a diario los informativos de todo el mundo.
Pero como siempre, hay voces discordantes que solo ven -y divulgan a los cuatro vientos-, verdades a medias para resaltar el lado negativo de las cosas (incluso algún que otro miembro de nuestros representantes se encuentra entre estos ignorantes mamarrachos). Últimamente hay quien menosprecia a nuestro aceite de oliva apoyando sus argumentos en los análisis realizados por el Consejo Oleícola Internacional (COI) que especificaba que para producir un litro de aceite de oliva se genera aproximadamente 1,5 kg. de CO2, pero “olvidándose” de detallar todo el contexto en el que se realizaron esos estudios que no era otro que comprobar la capacidad del olivar como “Sumidero de CO2”, o sea, sus posibilidades para absorber estos gases nocivos. Y en ese estudio del COI se demostraba la extraordinaria capacidad del olivar para eliminar CO2 ya que es capaz de absorber hasta 11,5 kg. de ese gas por cada kilo de aceite producido. Si tomamos la cifra de 1,5 millón de toneladas de aceite de oliva producido en cada campaña, no hay más que hacer una sencilla operación para comprobar que España dispone del “Amazonas medioambiental de Europa”. Pero claro, publicitar ese dato no “vende” para los espurios intereses de quienes solo pretenden mantener sus poltronas a costa de lo que sea.
Y cuando he asegurado que el olivar es un ecosistema en sí mismo, es porque hay muchos estudios que lo demuestran. Un buen ejemplo es el trabajo llevado a cabo por el proyecto LIFE Olivares Vivos que ha analizado la biodiversidad en 40 grandes olivares de nuestro país comprobando la proliferación de 750 especies de plantas -una de ellas la Linaria Qartobensis, nuevo descubrimiento para la ciencia-, 200 especies de abejas silvestres, 180 de aves y 60 de hormigas.
Por otra parte y ahora que se habla tanto de biodiversidad, hay que contemplar que este concepto, ligado al olivar, configura un binomio harto interesante y rentable, ya que mientras la primera presta servicios de interés ecosistémico, el propio olivar por su parte, genera importantes servicios ambientales, protegiendo la orografía en laderas contra riadas o avalanchas reteniendo y afianzando el terreno, controlando y preservando el suelo de la erosión y favoreciendo la fertilización del mismo, además de contribuir a combatir el cambio climático. De ahí que ambos términos conjuguen un binomio de alta rentabilidad.
Y por si todo lo expuesto hasta aquí no parecieran argumentos suficientes para la defensa de nuestro olivar, hay que contemplar también su peso específico en el PIB agrario, como actor económico de primer orden: el olivar español y muy especialmente el sector del aceite de oliva es un potente motor de generación de empleo: más de un millón de peonadas al año constituyen el sustento económico de las familias dedicadas a este cultivo. Además de la importancia social: ¿se han percatado todos ustedes, queridos amigos, que en las zonas olivareras de nuestro país, prácticamente no existe el fenómeno de despoblamiento rural que sí prolifera en otras?
Para terminar con este argumentario en favor de nuestro olivar, solo quiero que pensemos en algo más: Nuestros olivares no se limitan a Andalucía, sino que este cultivo, hoy se encuentra presente en 34 de nuestras provincias. De tal forma que en 13 de nuestras comunidades autónomas este cultivo alcanza un importante peso específico tanto en lo económico como en lo social e incluso en interés cultural: ¿sabían que en plena comarca del Maestrazgo, a caballo entre las provincias de Castellón, Tarragona y Teruel se encuentra la mayor concentración de olivos milenarios del mundo? Son venerables ejemplares con peculiares y retorcidos troncos de gran belleza que alcanzan, los 10 metros de perímetro? Pero además, continúan ofreciendo su fruto campaña tras campaña: La resistente y longeva aceituna Farga de la que se obtiene un aceite afrutado de excepcional calidad y aroma, vamos, un auténtico aceite gourmet.
¿Están de acuerdo conmigo en la necesidad de mimar a nuestro olivar?